Ansiedad en los niños

Ansiedad y depresión en la infancia

Los niños experimentan numerosos miedos durante su crecimiento, la mayoría transitorios, de intensidad moderada y específicos de una edad, en estas ocasiones lo mejor es escucharlos y calmarlos. Pero en otros momentos en los que el sufrimiento es desproporcionado a la ocasión y se da de forma repetida, no debemos subestimar el sufrimiento de los niños, ya que puede tratarse de una ansiedad, depresión o fobia.

Diferencias entre ansiedad y miedo

La diferencia entre la ansiedad y el miedo es que la ansiedad corresponde a estímulos internos, como preocupación por no saber hacer las cosas, y el miedo más bien se corresponde con estímulos externos, como miedo a fantasmas, a insectos, etc. Tanto el niño como los papás identifican más fácilmente la situación desencadenante del miedo que de la ansiedad.

Ansiedad de separación

Se trata de un estado de inquietud que experimenta el niño al alejarse de las personas a las que está vinculado, especialmente de su madre. Solamente se ha de tratar si es inapropiada o excesiva y su persistencia es de 4 semanas como mínimo.

Si se trata de un trastorno, debemos identificarlo y atenderlo. Por ejemplo se producen miedos irracionales como preocuparse por si los padres sufren algún accidente o enferman, o bien pueden expresar miedo a perderse y a no reunirse nunca más con sus padres. Se muestran reacios a pasar la noche en casa de amigos, a veces incluso son incapaces de permanecer solos en una habitación y se acercan al padre o a la madre. Suelen tener problemas a la hora de ir a dormir. 

En algunos casos está relacionado con la ansiedad de separación, pero no es el único motivo de la oposición infantil en ir al colegio. Las situaciones más temidas por los escolares son el miedo al fracaso escolar o al castigo en la escuela. En estos casos los niños experimentan una ansiedad excesiva en el contexto escolar.

Ansiedad de cambio de escuela

Tanto si los cambios de escuela se producen por cambio de domicilio como por la búsqueda de una mejora en la calidad de la enseñanza, siempre implica un proceso de despedida. Se han de separar de unos compañeros y un entorno a los que han cogido cariño, y han de ir cogiendo confianza y acostumbrándose a un nuevo entorno y nuevos compañeros con los que se habrán de integrar. 

Dependiendo de la edad y del carácter del niño, puede encontrarse con compañeros que han formado grupos y le puede resultar más difícil la integración. Es por lo tanto muy necesario conversar y prestar atención al niño escuchando sus dificultades y tratando su problema con respeto. No es conveniente, por ejemplo decirle: “eso no tiene importancia…” aunque para los padres no tenga importancia, para él es realmente un problema que le preocupa y no sabe cómo afrontar. Necesita mucha protección y apoyo.

Ansiedad excesiva y ansiedad generalizada

Consiste en un sentimiento de ansiedad o preocupación excesiva, poco realista o persistente, cuya duración ha sido por lo menos de seis meses, que no ha sido producida por tensiones o cambios estresantes con los amigos, entorno, etc., es decir, que no se ve una explicación clara para que se produzcan estos cambios.

En la ansiedad generalizada se da un sentimiento de preocupación difusa y generalizada. Lo mas habitual es la ansiedad anticipatoria, es decir, el temor irracional a situaciones presentes o futuras. Es característica la inquietud o impaciencia, los niños se cansan muy fácilmente, padecen alteraciones del sueño, etc.

Ansiedad y depresión

Los trastornos depresivos a menudo se presentan en jóvenes con trastornos de ansiedad. Cuando es así, los niños o adolescentes padecen de exagerados sentimientos de culpa, agitación, hipersomnia (exceso de sueño) y síntomas de trastornos en su alimentación.

Depresión

La infancia feliz fue un mito durante muchos años. Hoy sabemos que los niños también sufren depresión, aunque a veces se manifiesta de forma encubierta en diferentes formas. Si vemos a nuestro niño o adolescente melancólico, con sentimientos de inutilidad, con dificultades para las relaciones personales o menor participación en el grupo de amigos, alteraciones del sueño, cambios en el rendimiento escolar, rechazo en ir a la escuela o cambios en el apetito o el peso habitual, es necesario acudir a la consulta del psicólogo. Ver miedos en la infancia, un tema muy relacionado.

Terapias

Recomendamos utilizar tratamientos con  un enfoque integrador, tratando los pensamientos, los sentimientos y las conductas del niño. Y a su vez orientando a los padres sobre la forma más adecuada de tratar la situación, ya que en muchas ocasiones los papás ven que el niño está mal y no saben si lo que están haciendo es lo mejor. Esta técnica permite alcanzar una gran eficacia y proporcionan un buen potencial para garantizar el mantenimiento a largo plazo de los logros terapéuticos.

Desarrollo de 0 a 3 años

Evolución psicomotriz, cognitiva y afectiva.

Desarrollo psicomotor

La psiomotricidad se refiere al desarrollo del movimiento del cuerpo, el intelectual y el afectivo. En los niños pequeños el control de los músculos del cuerpo favorece el desarrollo intelectual y la afectividad. Por ello, es natural que los padres de forma instintiva se preocupen por el correcto desarrollo de las etapas psicomotrices de sus bebés.

Organizaremos los ítems por áreas y edades, y aunque en ningún caso proporcionan un diagnóstico, ya que no tienen el mismo valor todos los ítems y además cada niño es precoz o se retrasa en algunos ítems y luego se regulariza. 

Las edades que indicamos son únicamente informaciones a nivel orientativo, pero si los padres perciben grandes diferencias, es conveniente que acudan a un profesional para consultarlo.

Posición del cuerpo

1º al 2º mes. Levanta la barbilla acostado boca abajo, pero aún no sujeta la cabeza, se le ha de sostener.

En e 1er. Mes adopta la posición fetal. Al 2º la pelvis se apoya y los miembros se extienden.

3º al 4er. mes. Sosteniéndolo sentado mantiene la cabeza erguida.

5º a 6º mes. Despliega una gran actividad muscular, hace movimientos de pataleo y se coge sus pies.

7º al 8º mes. El niño se mantiene sentado solo. Puede inclinarse para coger sus juguetes.

9º al 10º mes. Primero se arrastra sobre el vientre, después gateará. Busca un objeto que ha visto desaparecer, es lo que se llama “permanencia de objeto”.

10º al 12 mes. Es el principio de los primeros pasos.

15º a 18º mes. A los 15 meses el niño anda solo y a los 18 corre y sube escaleras cogido de la mano. Le gusta jugar a la pelota, pero cae a menudo.

2 a 3 años. El niño sube y baja la escalera solo, trepa. 

Prensión

prension-graping-desarrollo

Prensión:

En el 1er. mes el efecto de presionar con la mano es muy acentuado, llamado grasping.

3º a 4º mes. El grasping se reemplaza por la prensión al contacto, el bebé conoce por el tacto.

5º a 6º mes. Aparece la prensión voluntaria. Coge un objeto entre la palma de la mano y los tres últimos dedos, y se lo lleva a la boca. El niño asocia la vista al tacto.

7º al 8º mes. El niño agarra un objeto entre el pulgar y el índice (prensión en pinza inferior). 

9º al 10º mes. Agarra los objetos entre el pulgar y el índice (pinza superior).

15º a 18º mes. Sabe pasar las páginas de un libro, designa una o dos imágenes y ya hace garabatos.

2 a 3 años. Es la edad de los “garabatos”.

Visión

1º al 2º mes. Sigue un objeto de colores vivos 90º el 1er. Mes. 180º el segundo. Por encima de todo prefiere el rostro humano, puede sonreírle.

3º a 4º mes. El niño gira completamente la cabeza y se mira las manos. 5º a 6º mes. El niño ve bien desde el 4º mes.

Audición

1º al 2º mes. Reacciona ante los ruidos. Al 2º mes puede localizar el ruido.

3º a 4º mes. Se interesa especialmente por las voces humanas.

Lenguaje

Evoluncion del lenguaje desde el laleo al lenguaje con significado

5º a 6º mes. Es la edad del “laleo”.

7º al 8º mes. Utiliza monosílabos (da, pa, ba, ma…) 

9º al 10º mes. Utiliza sílabas duplicadas (papá, mamá, dodó, bobó).

15º a 18º mes. Perfecciona el lenguaje con significado. Ordena las palabras por su valor afectivo, él se coloca siempre el primero.

2 a 3 años. Es la explosión del vocabulario: el niño utiliza verbos y hace frases, aunque aún es un lenguaje infantil.

Desarrollo social

3º a 4º mes. Para hacerse entender el bebé utiliza el “lenguaje del cuerpo”. Los actos rutinarios son vitales en esta etapa, los bebés desean actos repetitivos.

5º a 6º mes. Es la edad en la que se introduce la diversificación de alimentos (carne, pescado, etc.) y se han de emplear trucos para que acepte la comida. Es necesario un ambiente tranquilo y sereno. También es la edad de los dientes.

7º al 8º mes. Diferencia a su madre de las otras personas, y comprende que es diferente de él mismo.

10º al 12 mes. El niño ya puede desplazarse y así aumenta sus conocimientos para desarrollar su intelecto. Tiene buena memoria visual y le gusta encontrar las cosas en su lugar, eso le da seguridad.

2 a 3 años. Come solo sin ensuciarse. Sabe lavarse y secarse la cara solo. Adquiere buen desarrollo intelectual y de la comprensión. 

A los 2 años le gusta hacerlo todo solo, dice “no” muy a menudo y requiere ritos para dormir por la noche.

A los 3 años comprende lo que le está prohibido y lo permitido, ya está menos pegado a la mamá. Es la edad de las preguntas.

Está relacionado con estilos de educación con los hijos.

Dra. Elisa Urbano
Doctora en psicología y Coach

Estilos de educación con los hijos

¿Cuál es la tuya?

Clasificamos en tres tipos de educación: los padres permisivos, los autoritarios y los autorizados. 

El estilo de educación de generaciones anteriores era, sin duda, el estilo autoritario generalmente del padre combinado con un estilo más permisivo de la madre. Este estilo intenta tener controlados a los hijos, y como consecuencia de ello está plagado de normas muy estrictas, construidas sobre la base de estructuras y de la tradición.

Este sistema tan estricto se vuelve una carga insoportable para los niños, que quedaba algo más suavizado si uno de los progenitores era más permisivo. Si los padres ejercen un control muy rígido, los niños tienden a ser infelices, reservados y tienen dificultades para confiar en los demás. Esta es una tendencia que afectará en mas o en menos dependiendo del carácter del niño.

Hoy, en muchos casos, hemos pasado a un estilo distinto en el que los mismos padres llaman democrático (no autorizado). En el que se trata a los hijos como a iguales. Muchos de ellos dicen: mi hijo/a es mi amigo/a, sin darse cuenta de que sus hijos lo que necesitan no es un amigo ni una amiga, sino un padre y una madre.
Este es un estilo permisivo, en el que los padres, llevados de la mejor voluntad, buscan la aceptación de sus hijos, e intentan apoyarlos, pero son muy poco firmes en las desobediencias y, sobre todo, no saben poner límites. Dejan que el niño se desarrolle conforme a sus inclinaciones, sin exigencias ni metas claras. Estos niños se vuelven exigentes, caprichosos y autoritarios. 

Esta forma de amar a los hijos de forma algo excesiva perjudica a los niños, a los padres les resulta muy difícil negarles cualquier cosa que les pidan. Es distinto preocuparse por sus hijos que consentirles todos los caprichos.

Distinguir «MIMAR» de «CONSENTIR»

Los niños necesitan amor, al igual que los padres. Se oye muchas veces «no los mimes tanto»… muy al contrario, los niños -igual que los adultos- necesitan mimos y reconocimiento. Pero también necesitan tener claro que pueden hacer y que no pueden hacer. Es decir, qué está bien y qué está mal: eso es educar a los niños en valores.

De forma que si se consienten comportamientos que no están bien, no se les está haciendo ningún bien. No se les puede permitir comportarse mal: tratar mal al hermanito, exigir cosas a los padres, tener rabietas… etc. etc. 

El ideal de estilos de educación es el de padres autorizados

(podríamos llamarlo de cualquier forma). Significa que se comportan de forma contenedora con los hijos, marcando unos límites claros en un ambiente afectuoso y estimulante. Dan argumentos coherentes y atienden a los argumentos de sus hijos. No ejercen control sobre sus hijos, pero los comprometen para que sean responsables de sus acciones, tanto ante la familia, los amigos, como la sociedad.

Este estilo permite que los niños se desarrollen con confianza en sí mismos, independientes, creativos, adaptables y simpáticos.

La autoestima en los niños

Coopersmith (1976) ha venido desarrollando un programa sistemático de investigación y señala la importancia que para el desarrollo de la autoestima en los niños tiene la interacción con sus padres. 

Ha encontrado que el nivel de autoestima, tanto si es bajo como si es alto, se relaciona principalmente con tres condiciones:

1. Debe existir una total aceptación del niño por parte de sus padres.

2. Es necesario que reciban instrucciones claras y definidas, evitando ambigüedades, y

3. Debe haber respeto por la individualidad del niño. 

También se ha encontrado una relación directa entre los métodos de crianza y la autoestima, así como entre la autoestima que tienen los padres de sí mismos y la que adquieren los hijos. Es normal, ya que cuando los niños se sienten valorados y apoyados por sus padres, su autoestima es muy alta. Es muy probable que de adulto aún lo sea más. Y la autoestima que tienen los padres, depende mucho de la educación recibida de sus padres, aunque algunos adultos se han dado cuenta y han hecho un esfuerzo por aumentarla.

Tiene relación con la inteligencia emocional en los niños, los miedos que pueden tener -que a veces son protectores-, y su desarrollo de 0 a 3 años.

Dra. Elisa Urbano
Doctora en psicología y Coach

Miedos en la infancia

El miedo en los niños

Cuando la ansiedad se produce por estímulos específicos, se habla propiamente de miedo. La mayoría de los niños experimentan muchos temores leves, transitorios y asociados a una determinada edad que se superan espontáneamente en el curso del desarrollo.

El miedo constituye un primitivo sistema de alarma que ayuda al niño a evitar situaciones potencialmente peligrosas.

El miedo a la separación es la primera línea de defensa; si se rompe ésta, entonces entran en acción los miedos a los animales y a los daños físicos. Desde esta perspectiva, los miedos son respuestas instintivas y universales, sin aprendizaje previo, que tienen por objetivo proteger a los niños de diferentes peligros. Los miedos innatos, es decir, que se presentan desde el nacimiento, se pueden agrupar en cinco categorías generales:

Miedo a los estímulos intensos. 

Temor a los estímulos desconocidos, como por ejemplo, el temor a los extraños. 

También a la ausencia de estímulos, como por ejemplo, la oscuridad. 

Existe temor a estímulos que han sido potencialmente peligrosos para la especie humana en el transcurso del tiempo, como la separación, las alturas, las serpientes u otros animales salvajes. 

Miedo a las interacciones sociales con desconocidos.

Miedos evolutivos más frecuentes

Descripción de fases del miedo en desarrollo infantil

El niño de 0 a 1 año suele responder con llanto a los estímulos intensos y desconocidos, así como cuando cree encontrarse desamparado.  

En los niños de 2 a 4 años aparece el temor a los animales.  

En los niños de 4 a 6 años surge el temor a la oscuridad, a las catástrofes y a los seres imaginarios (como brujas y fantasmas) así como el contagio emocional del miedo experimentado por otras personas y la preocupación por la desaprobación social.  

Entre los 6 y los 9 años pueden aparecer temores al daño físico o al ridículo por la ausencia de habilidades escolares y deportivas.  

Los niños de 9 a 12 años pueden experimentar miedo a la posibilidad de catástrofes, incendios, accidentes; temor a contraer enfermedades graves; y miedos más significativos emocionalmente, como el temor a conflictos graves entre los padres, al mal rendimiento escolar, o, en ambientes de violencia familiar, el miedo a palizas o broncas.  

Entre los adolescentes de 12 a 18 años tienden a surgir temores más relacionados con la autoestima personal (capacidad intelectual, aspecto físico, temor al fracaso, etc.) y con las relaciones interpersonales.  

Los miedos infantiles expuestos son muy frecuentes y pueden afectar hasta al 40-45% de los niños. Son, por ello, normales, aparecen sin razones aparentes, están sujetos a un ciclo evolutivo y desaparecen con el transcurso del tiempo, a excepción del miedo a los extraños que puede subsistir en la vida adulta en forma de timidez. 

La ansiedad y el miedo

A menudo se usan de forma indiscriminada estos dos constructos, pero veremos sus diferencias.

La ansiedad usualmente empieza con un peligro no muy bien definido, mientras que el miedo usualmente empieza cuando hay una situación que esta muy bien definida. Es decir, la ansiedad es peor, ya que es temor a algo abstracto. Mientras que el miedo es concreto, es algo que está pasando y que podemos ver qué podemos hacer para solucionar el problema.

Funcionalmente dependen de dos clases de estímulos: 

Los externos (lo que ocurre en su entorno) y Los internos (lo que siente el niño)

En la ansiedad, lo que ocurre en su entorno influye en menor grado que en el miedo, en el que teme a algo en concreto. Y el sistema de respuesta predominante en la ansiedad es el pensamiento, mientras que en el miedo es el motor.

La ansiedad y el miedo nos causan muchos síntomas mentales incómodos, como el sentirse indefenso, la confusión, la aprehensión, la preocupación y los pensamientos negativos repetitivos. El miedo y la ansiedad también pueden causar síntomas desde simples tensiones musculares hasta un corazón latiendo fuertemente. Los síntomas posibles están anotados en la descripción de ataques de pánico. 

¿Porqué se producen los trastornos de ansiedad en los niños?

Hay niños muy vulnerables a las situaciones de estrés, tanto en su aspecto biológico, como psicológico, así como situaciones estresantes.  

Se han propuesto varias hipótesis referentes a la ansiedad de separación como muy influyentes.

 (Bragado, 1993)

Influencias importantes:

Los déficits de aprendizaje

Las experiencias traumáticas de separación

El reforzamiento de las conductas de dependencia por parte de los padres.

En suma, la vulnerabilidad biológica, la vulnerabilidad psicológica y los acontecimientos estresantes traumáticos hacen más probables, sobre todo cuando actúan juntos, la aparición de la ansiedad de separación.

La mayor parte de las actuales aproximaciones psicológicas consideran que los miedos y sobre todo las fobias, son adquiridas o aprendidas por el individuo que las presenta como consecuencia de su experiencia particular. Esto no significa que desde un punto de vista psicológico se niegue la existencia de reacciones “innatas” de miedo, que se producen ante determinados estímulos casi desde el nacimiento.

Los déficits de aprendizaje

Las experiencias traumáticas de separación

El reforzamiento de las conductas de dependencia por parte de los padres.

En suma, la vulnerabilidad biológica, la vulnerabilidad psicológica y los acontecimientos estresantes traumáticos hacen más probables, sobre todo cuando actúan juntos, la aparición de la ansiedad de separación.

La mayor parte de las actuales aproximaciones psicológicas consideran que los miedos y sobre todo las fobias, son adquiridas o aprendidas por el individuo que las presenta como consecuencia de su experiencia particular. Esto no significa que desde un punto de vista psicológico se niegue la existencia de reacciones “innatas” de miedo, que se producen ante determinados estímulos casi desde el nacimiento.

Situaciones que provocan ansiedad en la infancia

Estas situaciones son muy variadas. A continuación les ofrecemos una relación de factores que pueden generar o precipitar la ansiedad. 

Experiencias traumáticas específicas. “Estrés traumático”.

 Los límites entre ansiedad normal y patológica no siempre están claros. Las dificultades para establecer dichos límites se multiplican en el caso de la ansiedad porque en ella intervienen factores que dificultan la diferenciación.

La muerte de amigos o parientes.

Las dificultades escolares.

Ataques o experiencias sexuales.

Los problemas intrafamiliares.

Las situaciones de miedo.

Las preocupaciones y situaciones de peligro imaginario.

Los accidentes.

La menstruación.

Cómo se manifiesta la ansiedad crónica

La podemos observar si frecuentemente vemos inquietud o conducta temerosa, con dificultades de tipo relacional o social y menos veces con manifestación orgánica. Son menos aparatosos los síntomas en las formas de ansiedad aguda, con predominio de sentimientos de culpa o de preocupación excesiva, o acompañando ideas obsesivas. La ansiedad crónica tiene un importante valor en psicopatología del niño por su propio significado y por el fuerte poder dinamizador que posee, posibilitando reacciones a medio y largo plazo con consecuencias imprevisibles, siendo un factor de riesgo si permanece de manera continuada durante años, creando además una vulnerabilidad psíquica que se mantendrá en la vida adulta.

El rasgo es un modo de conducta, distintivo de una persona, de naturaleza más o menos permanente. Es una característica de la personalidad del sujeto, como por ejemplo la timidez. Ese rasgo no tiene porque ser patológico a no ser que origine sufrimiento o dificultades en su vida y en su equilibrio psíquico. La ansiedad estado en el niño hace pensar en lo patológico, en trastornos por ansiedad identificables.

Uno de los peligros es que la ansiedad crónica se involucra con la personalidad conforme el niño crece. El comportamiento  emocional y social del niño refleja sentimientos de inferioridad, hipersensibilidad, vulnerabilidad emocional, exageración en las respuestas emocionales, timidez, aislamiento social, vinculaciones afectivas inadecuadas, autoconciencia de su situación, llantos, desequilibrios emocionales, rigidez emocional, aplicación de la “ley del todo o nada”, carácter “complaciente” y falsamente adaptado, etc. 

Conducta a seguir en los trastornos por ansiedad

En el caso de sospechar que se trata de un estado de ansiedad, recomendamos hacer una evaluación psicológica para comprobar que se trata realmente de un estado de ansiedad. Que la psicóloga/o pueda evaluar los criterios diagnósticos y efectuar el diagnóstico diferencial con la depresión infantil, evaluar las afectaciones del estado de ánimo y la capacidad para disfrutar.

En casos leves, pueden estar muy relacionados con la ansiedad de la madre, u otros problemas familiares que el niño no interpreta bien. Vale la pena intentar recibir medidas ambientales tipo consejo para solucionarlo a tiempo.

Puede mirar ansiedad y también estrés, ya que los niños también las padecen.

Psicóloga Apolonia Manchón y Elisa Urbano

Inteligencia emocional en niños

La formación de capacidades emocionales y sociales en los niños algunos la denominan como una revolución en la psicología infantil. Daniel Coleman, en su libro «Inteligencia emocional» Best-seller mundial, hizo que nos diéramos cuenta de la importancia de las emociones y de las relaciones que tenemos en nuestra vida

Daniel Coleman Psicólogo, periodista y escritor.

En su libro nos hace ver que estamos demasiado volcados a «medir» la inteligencia: el Coeficiente intelectual (CI) en cada uno de los tipos de inteligencia (matemática, creatividad, etc. etc.) y prestamos menos atención al conocimiento de nuestras propias emociones y las emociones de los demás. De esto trata la Inteligencia emocional.

En su libro nos hace ver que estamos demasiado volcados a «medir» la inteligencia: el Coeficiente intelectual (CI) en cada uno de los tipos de inteligencia (matemática, creatividad, etc. etc.) y prestamos menos atención al conocimiento de nuestras propias emociones y las emociones de los demás. De esto trata la Inteligencia emocional.

Si los niños aprenden a darse cuenta de que están enfadados, tristes o alegres por algo, y son conscientes de ello, ya han aprendido algo muy importante.

Todas las emociones básicas son buenas, y también los niños reaccionan de una forma física ante ellas. Estas reacciones están producidas por elementos bioquímicos del cerebro,  por ejemplo el miedo nos ayuda a protegernos del daño y nos avisa del peligro, la ira nos ayuda a superar barreras y conseguir lo que queremos, etc. Pero en la vida nos enfrentamos a desafíos emocionales que la naturaleza no ha anticipado, y eso crea conflicto. 

 Las capacidades emocionales y sociales las podemos enseñar a los niños para que sean capaces de manejar el estrés emocional de los tiempos actuales, con esta vida agitada y apresurada  que ha vuelto a los niños propensos a la irritabilidad y la ira. Nosotros podemos enseñarles a reconocer y controlar esos sentimientos.

 En los aspectos sociales también podemos enseñarles a hacer y a conservar amistades íntimas, a superar nuevas situaciones que le angustian como el divorcio de los padres, muerte de familiares, cambios de colegio, barrio y amigos, etc., así como superar los problemas propios del crecimiento. 

Desarrollo del Coeficiente Emocional

Qué cosas hemos de enseñar a nuestros hijos y cómo hacerlo.

 La enseñanza se ha de realizar en el momento adecuado, adaptado a la edad del niño. No tiene sentido querer razonar con un niño de 4 años que tiene una rabieta. Primero hemos de considerar la edad que tiene el niño, pero sobre todo, su estado evolutivo. Es decir, por poner un ejemplo: no conseguimos adelantar su aprendizaje enseñándole algo, o dándole por ejemplo un juguete si aún no ha superado una etapa evolutiva anterior, solamente se aburrirá. Y por el contrario, un niño con unos juguetes que ya tiene dominados tampoco se siente estimulado en su investigación, también se aburre.

La autoestima y el respeto

Para tener una buena autoestima, los niños necesitan del apoyo emocional de sus padres. No solamente se trata de un elogio por una buena calificación en la escuela, es necesaria una participación activa, dedicarles un tiempo. Elogiarles y apoyarles en las conductas adecuadas diarias, pero no de forma gratuita como una adulación, sino que hay que reconocer su esfuerzo que llega a buen fin de forma concreta. Por ejemplo, no se debe decir: “que listo eres, eres el mejor” porque suena a adulación y el niño lo percibe, sino que hay que decirle de forma concreta: “Maria, que bien has ordenado los juguetes”. 

También apoyarles cuando fracasan de forma sincera, demostrando interés por lo que está haciendo, pero sin intentar controlarlo ni entrometerse, ya que para que desarrolle una buena autoestima el niño necesita sentirse respetado. Es bueno observarlo y dejarle que se equivoque, que rectifique porque es así como se aprende. 

Las normas

Contrariamente a lo que se pueda creer, las normas, así como las exigencias y metas claras son algo necesario para los niños. Necesitan saber a qué atenerse, que sus padres les marquen unos límites claros de lo que está bien y lo que está mal, y que dentro de esos límites ellos pueden decidir y responsabilizarse de sus decisiones, dependiendo de su edad. 

Los niños se revelan contra las normas por muchos motivos, pero el motivo principal es llegar al conocimiento de cual es el límite.

Si nosotros, sus educadores, tenemos claro qué cosas y qué comportamientos son perjudiciales para el niño y cuales le beneficiarán les podremos decir de forma autorizada: “No, cariño, esto no lo vas a hacer” cuando se comporten más allá de los límites socialmente aceptados. No siempre hay que razonar con los niños, ni en todo momento.

Por ejemplo si está en plena rabieta lo que más ayuda al niño es ver seguridad y afecto en los mayores, no un razonamiento. 

Estas normas han de ser firmes y coherentes, pensadas previamente, y han de ser por el bien del niño. Y, aunque cueste a los padres un esfuerzo, se ha de ser firme cada vez que ponen a prueba los límites.

La TV, los moviles, los ordenadores, etc.

Muchos padres han “descubierto” una niñera muy económica: la TV,

Ante la TV los niños se acostumbran a observar de forma pasiva, no desarrollan sus capacidades sociales, “no hacen nada” creativo durante el tiempo pasivo que pasan ante el aparato. La mayor parte de los programas no hacen otra cosa que hacer pasar el rato a los niños.

Les recomendamos que dedique un tiempo para jugar y hablar con sus hijos, y si ellos insisten en ver un programa entérese de que es lo que le gusta de él, hable con él y proporciónele también su opinión. Le está enseñando a ser crítico. Es muy interesante ver cómo ellos dejan de «tragarse» todos los dibujos y anuncios de juguetes y empiezan a decir: ese juguete no vuela, eso que están diciendo no es así.

El papel que tiene el niño ante el ordenador o los juegos de ordenador no es el mismo, ya que el papel del niño es activo, no pasivo y puede aprender muchas cosas que desarrollen su inteligencia y creatividad. Hay programas muy creativos para que los niños hagan composiciones, cuenten historias, etc. Aún así, también este medio adolece de falta de comunicación social, por lo que tampoco es conveniente que los pequeños inviertan demasiada proporción de su tiempo en ello. Se ha de repartir el tiempo entre diversas actividades, como salidas a la naturaleza, juegos con amigos, con los padres y familiares, etc.

Risas y alegría en la familia

El optimismo es una capacidad que se puede aprender, es uno de los mejores regalos que le pueden hacer a sus hijos. 

Todos conocemos la anécdota de las dos personas ante un mismo vaso. El optimista dice “el vaso está casi lleno”, y el pesimista dice “qué lástima, ya está el vaso casi vacío”. Es una gran ventaja el  hábito de mirar el lado más positivo de los acontecimientos y esperar el mejor resultado  las cosas. 

 Los pesimistas creen que son realistas, pero en realidad todo depende de nuestras atribuciones, es decir, al proceso por el cual el individuo explica e interpreta los acontecimientos que acontecen. En la vida diaria distinguimos entre dos tipos de causas: 

Causa interna. En la que nos sentimos responsables de los sucesos y los atribuimos a nuestras cualidades o forma de actuar.

causa externa. En la que atribuimos los sucesos a circunstancias ambientales o de la situación.

Por ejemplo: el deficiente rendimiento del niño en la escuela  ¿se debe a la falta de capacidad o de motivación del niño (causa interna), o a que son víctimas del deficiente sistema educativo, malos maestros, etc. (causa externa).

El optimista espera lo mejor, pero también asume la responsabilidad para que las cosas buenas sucedan. Y se muestra realista si es él quien ha causado el acontecimiento negativo.

En este caso, espera que el sistema educativo y los maestros funcionen, pero si no ocurre así, lo considera una situación puntual y específica. Y es realista si se debe a falta de capacidad o de motivación del niño, y también lo considera una situación puntual y específica que se puede solucionar.

Esta forma de ver los acontecimientos ayuda a que haya en el hogar un ambiente relajado y alegre.

Estimularles a preocuparse por los demás: Los modales

La reacción emocional ante los demás se desarrolla en los niños el los primeros seis años de su vida. En esta etapa evolutiva, según Piaget, es cuando el niño es capaz de ver las cosas desde  el punto de vista de otras personas. 

 Antes de los 6 años los niños poseen lo que Martin Hoffman denomina una “empatía global”, es decir, los bebés de meses pueden llorar cuando oyen llorar, pero aún no es capaz de distinguir entre él y su mundo.

Entre el primer y segundo año de vida, el niño ya distingue entre lo que es él, los demás y su entorno, pero no sabe ponerse en el lugar del otro. Es necesaria una maduración neuronal y cognoscitiva que no posee hasta aproximadamente los seis años. Para una más completa información ver «etapas evolutivas del desarrollo».

 Aunque antes de esta edad, el niño ya ha presenciado nuestra amabilidad y consideración hacia los demás, ahora es el momento ideal para comenzar a potenciarla, ya que su inteligencia está preparada para entenderlo mejor y aprender buenos modales, a ser responsables y a respetar a los demás.

Para ello, es necesario enseñarles que nuestros propios deseos y necesidades están limitados por los deseos y necesidades de los demás.

¿Cómo solucionan los niños sus problemas? 

Este punto está muy relacionado con el anterior, pues podemos enseñar al niño a solucionar él solo sus problemas, de la forma más adecuada, teniendo en cuenta la etapa evolutiva en la que se encuentra nuestro hijo. En demasiadas ocasiones corremos en su ayuda a solucionarle sus problemas aunque no sea necesario.

No tienen la oportunidad de pensar y actuar por sí mismos, aunque se equivoquen. Estimúlelos a resolver problemas, esta experiencia les permitirá que más tarde aprendan a ver todos los aspectos de un tema y solucionen problemas muy complejos por sí mismos. 

La resolución de problemas depende más de la experiencia que de la inteligencia, y esto es válido también para los adultos. Cada resolución satisfactoria de un problema es un importante bagaje para solucionar problemas posteriores.

La más antigua forma de enseñar es con el ejemplo, y esto sigue siendo válido. Si nos observan que ante un problema cotidiano nos paramos a analizar de forma lógica, planteándonos y valorando las distintas alternativas, sin duda les será de mucha ayuda. 

 Cuando sean mayores podemos enseñarles la importancia de pararse a pensar detenidamente las cosas, identificar y definir un problema, reunir la

información necesaria, considerar las alternativas hasta encontrar una solución bien pensada.

¿Cómo se hacen amigos de otros niños?

Para desarrollar sus capacidades sociales los niños necesitan aprender a reconocer las situaciones sociales, las necesidades de los otros niños y las suyas  y responder de forma adecuada. 

Esto es importante porque el rechazo de los compañeros en la niñez contribuye al fracaso escolar o deficiencias en el aprendizaje. 

 Este desarrollo de capacidades sociales se puede enseñar, comenzando por ejercitarlo en casa, ocupándose de ser un buen modelo para su hijo, interesándose por él, estimulándole a y comunicándole sus propios pensamientos y sentimientos, de esta forma su hijo tendrá la oportunidad de desarrollar su capacidad de conversar con sus iguales.

 Muchos niños, aunque sean muy locuaces, tienen dificultades para expresar sus deseos y necesidades a los demás, y también para comprender los deseos de los demás. 

Es especialmente importante cuando los niños cambian de ciudad o colegio y desean hacer nuevos amigos. Podemos ayudarle enseñándole tácticas observación y  acercamiento gradual a cada uno de sus compañeros. Por ejemplo primero que comenten algo del patio, después interesándose por lo que le gusta al otro niño y animándole a decirle al otro niño o  niña cuales son sus gustos.

Más adelante aprenderán a comunicar sus deseos con claridad, interesarse por los demás, mostrarse empático, expresar afecto y aprobación y ofrecer ayuda cuando sea oportuno.

 ¿Cómo cuidamos sus emociones? CE (coeficiente emocional)

Las emociones son estados afectivos subjetivos, hacen que por ejemplo nos sintamos rabiosos o felices, pero también son respuestas biológicas, ya que nuestro cuerpo entra en un estado de activación que no se da cuando no sentimos emoción. La respiración se acelera, se tensan los músculos y nuestro corazón late más deprisa. La rabia nos prepara para la lucha y el miedo para huir. También son fenómenos sociales ya que producen expresiones faciales y corporales características.

 Cumplen la función de que un niño se desarrolle hasta convertirse en un adulto feliz, pero este desarrollo puede desviarse haciéndole sufrir problemas personales y sociales.

 Hablar abiertamente de los sentimientos con nuestros hijos es la mejor manera de enseñarles a comprender y comunicar sus emociones y las de los demás, y esto facilitará su interacción social.

Es importante que sepa expresar con palabras si se siente feliz o triste, angustiado, preocupado, entusiasmado, enfadado, etc., ya que aprender a darse cuenta de que le está pasando es un aspecto vital para el control emocional y para saber escuchar y comprender a los demás.

En este sentido los niños han estado más discriminados que las niñas. A muchos hombres de hoy se les ha inculcado el disimular y ocultar  los sentimientos…recordemos la expresión típica: “los hombres no lloran”. Debido a esta educación social represora, a muchos hombres les resulta muy difícil  hablar de sentimientos con sus parejas y con sus amigos.

Pero en el sentido de controlar la ira y la agresividad ha ocurrido lo contrario: la expresión de la ira y la agresividad se les han permitido a los niños, pero no a las niñas, y eso también va en detrimento de los chicos, procuremos pues, ayudarles a controlarlas.

 Procuremos mejorar y aumentar, tanto en nuestros niños como en nuestras niñas su CE (coeficiente emocional) para que sean personas más felices y con más éxito en la vida.

Varios temas relacionados, como los miedos que pueden padecer, los estilos de educación y su autoestima.

Dra. Elisa Urbano
Doctora en psicología y Coach