Duelo

El duelo por muerte de la pareja, acostumbra a ser un proceso por el que se ha de pasar y, necesariamente requiere tiempo de adaptación a la nueva situación. No es necesario acudir al psicólogo, a menos que se trate de un duelo complicado. Solamente sería en los casos en que la persona superviviente no se acaba de adaptar a su nueva vida y se encuentra anclada en el pasado, llorando la pérdida o cayendo en una depresión.

La presentación de duelo que realizamos en este apartado corresponde al modelo clásico. Queremos aclarar que utilizamos el modelo integrador humanista constructivista en el que el afrontamiento del proceso de duelo, tanto por muerte como por divorcio, en algunos aspectos cambia, ya que la situación es distinta. Si desea información sobre Divorcio o pérdida de trabajo utilice el link.

Muerte de la pareja o viudedad

Según investigaciones de Colmes y Rahe (1967) la pérdida por muerte de la pareja está situada en primer lugar de los acontecimientos vitales estresantes y se relaciona con el desarrollo de la enfermedad física. Es, por lo tanto importante prestarle la atención adecuada para evitar en lo posible los riesgos. 

Duelos complicados

La evolución abajo citada es un proceso natural, pero en duelos complicados será necesario buscar ayuda psicológica profesional, como por ejemplo si este duelo no permite el desarrollo normal de la vida cotidiana, si se tienen intensos sentimientos de culpa, depresión prolongada, abuso de medicamentos, etc.

Proceso por muerte de la pareja

–>Negación –>Asimilación –>Acomodación

Colmes y Rahe (1967)

Negación

La primera reacción es de negación “no puede ser verdad… no puede haber tenido un accidente, seguramente se trata de un error”… etc. Existen muchas dificultades para asimilar completamente la noticia, y esta obstáculo resulta incrementado cuando la pérdida es súbita e inesperada.

En esta fase, se pueden dar respuestas airadas o enfados contra los que se cree son responsables (médicos, personal sanitario, etc) o hacia aquellos que se creen “más afortunados”.

Esta negación de la realidad es como si se mirara a otro lado, hasta que la realidad se va imponiendo y empezamos a acostumbrarnos y entender las implicaciones emocionales que tiene esta pérdida. 

Asimilación 

Después de la conmoción, y después de exteriorizar la negación y la ira se comienza a experimentar la soledad y la tristeza en toda su intensidad. Se suelen realizar menos actividades y distanciarse del mundo social, para poder realizar la “elaboración del duelo” y poder adaptarse a la pérdida. 

Es necesario dar el tiempo necesario a esta asimilación, que tiene una duración que depende de varios factores (ver Factores que intervienen en la duración de este proceso).

Acomodación

La angustia y tensión comienzan a ceder, dándose una aceptación resignada de la realidad. Poco a poco se va recuperando un poco el control emocional, y comienza la plantearse la cuestión de ¿qué va a ser de mi vida ahora?

Ésta es la fase más larga, y como sucede en las otras fases, se dan dos pasos adelante y un paso atrás. 

Factores que intervienen en la duración de este proceso

Todas las rupturas precisan pasar por el proceso antes citado. Y éste tiene una duración que oscila entre los 6 meses y los 2 años, aproximadamente, dependiendo de varios factores:

De la personalidad. El rasgo de personalidad (tendencia a comportarse de una manera particular a lo largo de una serie de situaciones) influye enormemente. 
o Sensibilidad. En el aspecto emocional hay personas que sienten las cosas, tanto las alegrías como las tristezas de forma muy profunda, mientras que otras tienen vivencias más superficiales. 

En el aspecto cognitivo, hay personalidades que, como habitualmente se dice “se comen el coco”, es decir, entran en una espiral de pensamientos catastróficos que les inmovilizan y no pueden ver con claridad, mientras que otros con más conocimiento de sí mismos y del proceso por el que están pasando saben darse tiempo.

Recursos propios. El nivel alto de autoestima o confianza en sí mismo ayudará a no tener pensamientos autodestructivos ni de acontecimientos catastróficos.
o Forma de afrontar los problemas. Tienen ventaja las personas que saben hacer una evaluación de la situación, y posteriormente una valoración de los recursos propios para hacer frente y controlar la situación. Buscan, por ejemplo, apoyo emocional, etc. 

Grado o importancia de la relación. La implicación, el grado de intimidad, la fase en la que se encuentra (sobre todo si la relación se ha ido enfriando), el grado de pérdida que se siente puede oscilar mucho.
· Apoyo social. Es indudable que una persona que cuenta con amigos o familiares que le quieren y le entienden, con los que puede expresar sus sentimientos más profundos, y con los que se siente apoyado y comprendido, constituye un elemento decisivo para amortiguar el dolor. 

En algunas ocasiones pueden darse duelos complicados, en tal caso recomendamos acudir a un profesional en busca de ayuda. Es una lástima pasar tiempo estancados en un proceso, cuando con ayuda podemos asimilar la pérdida y reconstruir nuestra vida.  

Duelo infantil

Cómo explicar a los niños la muerte de un familiar

Hay bastante costumbre de apartar a los niños cuando se produce la fallecimiento de un familiar. La explicación es “es demasiado pequeño…  para que no sufra… que no nos vea llorar… etc.”

Lo que en realidad ocurre es que el niño deja de ver, por ejemplo al abuelito, en muchas ocasiones se le dice que “se ha ido al cielo”, percibe tristeza en los papás y no entiende porque se ha tenido que ir el abuelito. Lo mejor es mostrar la situación tal como es. Siguiendo el ejemplo anterior se le explica que el abuelito ha muerto, que los papás se despiden de él y lloran porque también ellos lo echarán de menos y que siempre lo recordarán con cariño. Se habrán de responder sus preguntas, siempre al nivel de la edad del niño.

En los casos de muertes repentinas y traumáticas para los adultos, es recomendable seguir el mismo procedimiento, pero en este caso como los adultos están a su vez traumatizados, los familiares más cercanos al niño han de ser los que ayuden al superviviente a transmitir la información antes citada.

No es de extrañar que el niño reaccione como si no le importara y puede parecer insensible, pero no es así. En realidad se trata de una de las mismas fases por las que pasan los adultos: la negación. Los adultos se han de comportar con él con el máximo respeto y darle el tiempo necesario para asimilar la nueva situación.

Dra. Elisa Urbano
Doctora en psicología y Coach



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