¿Cuál es la tuya?
Clasificamos en tres tipos de educación: los padres permisivos, los autoritarios y los autorizados.
El estilo de educación de generaciones anteriores era, sin duda, el estilo autoritario generalmente del padre combinado con un estilo más permisivo de la madre. Este estilo intenta tener controlados a los hijos, y como consecuencia de ello está plagado de normas muy estrictas, construidas sobre la base de estructuras y de la tradición.
Este sistema tan estricto se vuelve una carga insoportable para los niños, que quedaba algo más suavizado si uno de los progenitores era más permisivo. Si los padres ejercen un control muy rígido, los niños tienden a ser infelices, reservados y tienen dificultades para confiar en los demás. Esta es una tendencia que afectará en mas o en menos dependiendo del carácter del niño.
Hoy, en muchos casos, hemos pasado a un estilo distinto en el que los mismos padres llaman democrático (no autorizado). En el que se trata a los hijos como a iguales. Muchos de ellos dicen: mi hijo/a es mi amigo/a, sin darse cuenta de que sus hijos lo que necesitan no es un amigo ni una amiga, sino un padre y una madre.
Este es un estilo permisivo, en el que los padres, llevados de la mejor voluntad, buscan la aceptación de sus hijos, e intentan apoyarlos, pero son muy poco firmes en las desobediencias y, sobre todo, no saben poner límites. Dejan que el niño se desarrolle conforme a sus inclinaciones, sin exigencias ni metas claras. Estos niños se vuelven exigentes, caprichosos y autoritarios.
Esta forma de amar a los hijos de forma algo excesiva perjudica a los niños, a los padres les resulta muy difícil negarles cualquier cosa que les pidan. Es distinto preocuparse por sus hijos que consentirles todos los caprichos.
Distinguir «MIMAR» de «CONSENTIR»
Los niños necesitan amor, al igual que los padres. Se oye muchas veces «no los mimes tanto»… muy al contrario, los niños -igual que los adultos- necesitan mimos y reconocimiento. Pero también necesitan tener claro que pueden hacer y que no pueden hacer. Es decir, qué está bien y qué está mal: eso es educar a los niños en valores.
De forma que si se consienten comportamientos que no están bien, no se les está haciendo ningún bien. No se les puede permitir comportarse mal: tratar mal al hermanito, exigir cosas a los padres, tener rabietas… etc. etc.
El ideal de estilos de educación es el de padres autorizados
(podríamos llamarlo de cualquier forma). Significa que se comportan de forma contenedora con los hijos, marcando unos límites claros en un ambiente afectuoso y estimulante. Dan argumentos coherentes y atienden a los argumentos de sus hijos. No ejercen control sobre sus hijos, pero los comprometen para que sean responsables de sus acciones, tanto ante la familia, los amigos, como la sociedad.
Este estilo permite que los niños se desarrollen con confianza en sí mismos, independientes, creativos, adaptables y simpáticos.
La autoestima en los niños
Coopersmith (1976) ha venido desarrollando un programa sistemático de investigación y señala la importancia que para el desarrollo de la autoestima en los niños tiene la interacción con sus padres.
Ha encontrado que el nivel de autoestima, tanto si es bajo como si es alto, se relaciona principalmente con tres condiciones:
1. Debe existir una total aceptación del niño por parte de sus padres.
2. Es necesario que reciban instrucciones claras y definidas, evitando ambigüedades, y
3. Debe haber respeto por la individualidad del niño.
También se ha encontrado una relación directa entre los métodos de crianza y la autoestima, así como entre la autoestima que tienen los padres de sí mismos y la que adquieren los hijos. Es normal, ya que cuando los niños se sienten valorados y apoyados por sus padres, su autoestima es muy alta. Es muy probable que de adulto aún lo sea más. Y la autoestima que tienen los padres, depende mucho de la educación recibida de sus padres, aunque algunos adultos se han dado cuenta y han hecho un esfuerzo por aumentarla.
Tiene relación con la inteligencia emocional en los niños, los miedos que pueden tener -que a veces son protectores-, y su desarrollo de 0 a 3 años.
Dra. Elisa Urbano
Doctora en psicología y Coach